domingo, 7 de abril de 2013

Ouray, Colorado 2012-2013



Hacer una reseña de un viaje de 5 semanas, donde se incluyan todas las experiencias, emociones, logros y caídas, resultaría un tanto pesado, tedioso para el lector y comprometedor, ya que se corre el riesgo de ventanear a uno que otro amigo con alguna que otra anécdota fuera de lugar. Así que trataremos de hacerla lo más completa y digerible que se pueda.

Creo que los viajes constan de etapas, y cada una de ellas es testigo de diferentes escenarios. En un viaje tan largo hay un poco de todo: se está contento, enojado, cansado, hiperactivo, se escala bien y se escala mal… pero para hablar de este viaje lo haremos en términos más generales.

El camino: 

12 horas manejando la camioneta, con sus debidas descomposturas, nos pusieron a los pies del cerro del Toro, en Hidalgo, Monterrey. Potrero Chico es una zona de escalada deportiva y tradicional famosa en todo el mundo alpino, algunos de nosotros nunca habíamos estado ahí, y el despertarnos y voltear a ver semejante mole de piedra causo bastante impresión y más de un “ay güe…” pero para esto entrenamos, con esa idea empezamos a planear con tanta antelación. En 2 horas estábamos desayunados y con las mochilas a la espalda animadas por el tintineo de mosquetones golpeándose. Música para nuestros oídos.

No voy a decir que no me dio nervio voltear hacia arriba y ver 300 metros de pared esperándome, sin embargo uno no sabe ni cuándo y ya está aferrado a la piedra. La sangre corriendo en los antebrazos, el sudor en la cara y las manos blancas por la magnesia parecen reaccionar por si solas, una vez entrado en calor no hay nervios, no hay un voltear abajo y admirarse… no es ni siquiera la vista lo que está en mi cabeza, solo un trance silencioso que dicta cuál será mi próximo movimiento. En unas cuantas horas estoy al final de la ruta, ahora si volteo y disfruto de semejante paisaje. Estoy rodeado de piedras y horizontes, y como si nos hubiéramos sincronizado veo a uno de mis compañeros terminando su propia ruta, a 300 metros de altura nos separa un abismo. Y entonces te das cuenta de que estás siguiendo los pasos correctos, que no hay mejor lugar donde preferiría invertir ese instante.

Pasan los días y por una semana nos enfocamos a la piedra, probándonos a nosotros mismos que el entrenamiento fue suficiente y que nos sentimos fuertes. Fue una semana llena de pequeños triunfos y seguimos nuestro camino dando el primer paso firme y con la derecha.

Daniel Araiza y Jose Vega en Estrellita


Cerramos la semana en Potrero con Time Wave Zero, 750 metros de altura, 23 largos, dos días y la noche más fría que pasamos en toda la vacación. Dejamos el campamento no sin despedirnos de algunas nuevas amistades y una gran lista de rutas pendientes, definitivamente nuestro país cuenta con un gran potencial para el desarrollo de este deporte.


Camino a la tierra blanca:

Habrán sido unas 20 horas de ver pasar diferentes paisajes, del desierto mexicano la ciudad, de la ciudad a la frontera y sus policías con aires de superioridad, de la frontera a los McDonalds… de vuelta al desierto. Poco a poco van blanqueando los horizontes, las montañas nevadas van asomándose poco a poco y detecto un brinco de emoción y asombro en mi cabeza. Empiezo sentir que me acerco a terreno conocido.

Se acabaron las grandes ciudades. Llegamos a la que será nuestra casa por las siguientes 4 semanas, la famosa “million dollar highway” con sus barrancos laterales de 300 metros y sus derrapones al borde del abismo, nos sirvió para detonar en nosotros el espíritu de aventura. Un camino bordeado de nieve y una terraza con vista a la montaña nos reciben.

Cascade Falls, una de las cascadas escaladas.


Al siguiente día, después de hacernos de los víveres básicos y dar una vuelta por Ouray, nuestro nuevo pueblo, celebramos el inicio de un año que promete traer para nosotros experiencias curtidoras de piel, paisajes y vivencias destinadas a dejarnos marcados de por vida. Amanecemos y como primer día del año lo dedicamos a revivir el sonido del piolet contra el hielo.


La escalada:

De pronto el sonido del agua contra la piedra comienza a enmudecer, un helado instante soldifica cada gota antes de llegar a impactarse con el suelo. Ahora el silencio absoluto, lenguaje de aquellos gigantes de hielo…”

Voltear hacia arriba y ver aquellas paredes es algo impresionante, si no supiéramos que pueden escalarse probablemente trataríamos de loco al primero que lo mencionara. Se siente raro comenzar a escalar en hielo de nuevo, nos cuesta un poco recordar los movimientos y agarrar ritmo. Así transcurren los primeros 3 días, la cuerda nos sostiene desde arriba asegurándonos un ascenso tranquilo y sin sobresaltos, los huesos se desoxidan y los músculos recuerdan movimientos no practicados por algún tiempo.

Eduardo escalando en el parque

Al cuarto día una nueva fuerza nos posee. Es momento de forzar nuestro cuerpo y mente a dar un paso más. Comenzamos a puntear las primeras rutas. Ahora la cuerda se enrolla bajo nosotros esperando que nuestros movimientos la eleven. Claro que hay nervio, tal vez un poco de inseguridad y brazos cansados, pero poco a poco vamos encontrando ese trance que nos hace sentir que cada movimiento nace de una sola naturaleza donde nuestra mente va unida a la ruta. Cada vez los controlamos más y poco a poco nos atrevemos a soñar un poco más alto.

Dos semanas son suficientes para sacar lo mejor de nosotros. Ahora sabemos de lo que somos capaces, aunque estamos abiertos a forzar nuestras capacidades al límite. Ahora volteamos hacia el terreno mixto y los multilargos, esta parte es la que nos acercará a las experiencias que buscamos. Las rutas se elevan más allá de los 200, 400 metros. Lo que antes era un intenso pero corto escalón de 40 metros se transforma ahora en cascadas que nos obligan a forzar la vista.

Javier en el crux del primer largo de Skylight

Lo que una vez planeamos como una actividad que nos alejara de la rutina y calmara nuestras mentes se ha convertido en el pan de cada día. Los días transcurren entre nuevas cascadas y experiencias. No hay noche que no platiquemos y nos riamos. Hay entre nosotros chefs dignos de la alta cocina francesa y cenamos como romanos todos los días. Apenas suficiente para recuperar energías y mantener el ritmo.
Parecería que nuestra rutina es la escalada, la adrenalina, el compañerismo, los pleitos y las reconciliaciones rápidas. Y si así lo fuera, ¿Qué mejor manera de invertir cada día?

Tal vez vengamos de un lugar completamente distinto, y por ahora necesitamos vivir cada semestre o año con estas experiencias solo en la mente, para hacerlas cobrar vida cuando llega el momento de estar en la montaña, o en la pared aferrado a los piolets. Pero nos damos cuenta que esta manera de ser va formando nuestra manera de ver el mundo, que por cierto está lleno de analogías. Es posible analizar los problemas como nuevas cascadas de hielo. Ser sinceros como lo es una montaña al decirnos que podemos y que no podemos hacer, no sin recordarnos que es lo que nos hace falta. Se ha convertido en nuestra forma de ser. Buscamos el crecimiento a través de nuevas experiencias alpinas, aunque tal vez solo sean el pretexto para seguirnos moviendo y ver nuestra vida desde horizontes más altos.

Carlos en Mighty Aphrodite

Se termina nuestro tiempo en Colorado, hemos cumplido la mayoría de nuestros propósitos, sin embargo venimos aquí para probarnos que somos capaces de hacer lo que no imaginábamos, así que para terminar el ciclo cada quién se pone una meta y le pone nombre. Mediante una reunión, sin mucho debate salen 3 nombres que encabezan la lista: Bridalvail, un clásico de la escalada en hielo WI5-6, Ames Ice Hose, WI5, M6, R, Trad, este año en condiciones “inescalables” según las palabras de algunos guías locales, “posible e innovador” según los más aventureros, y Attractive Hazard WI4-5, M6, R, Trad, una nueva ruta abierta por nuestro amigo Eric Wright, descrita por el como la más cercana a la norte del Eiger en la región.

El primer objetivo falla, Bridalveil está tirando demásiada agua, Eduardo y Carlos pasan las 2 horas más frías de sus vidas después de una impresionante escalada en el primer largo. Deciden bajar, pero les toma alrededor de una hora poder armar un punto seguro para rapelear. Una imagen muy viva en mi cabeza es la de tener que abrir la mochila de Eduardo con el martillo, ya que estaba completamente cubierta de hielo. No decae el ánimo, aunque Bridalveil nos tenía a todos emocionados, estar parado de frente a esta cascada provoca la sensación de tener un hoyo en el estómago, el que diga que no es un mentiroso.

Daniel Y Javier van ahora por Ames Ice Hose, El primer ascenso de la temporada lo tiene Steve House, reconocido como uno de los mejores alpinistas de la última década y el segundo lo realiza otro guia local. A final de cuentas, por qué no hacerlo? Que hay de malo con asomarse a aquello que se sale de lo cotidiano? Definitivamente no se pierde nada. Parten temprano con esta idea, durante todo el día no tenemos noticias de ellos. Llega la noche y comenzamos a preocuparnos. De pronto se abre la puerta y cuando vemos sus caras sabemos se adivina la expresión de quién ha descubierto algo nuevo. Después de todo, no somos nosotros quienes escribimos nuestra historia? No podemos romper los pronósticos?  Lograron lo que incluso a nosotros nos parecía difícil creer.

Al día siguiente, con un ánimo renovado, partimos Carlos, Eduardo y yo hacia Attractive Hazzard. La caminata es larga y nadie parece haber pasado por ahí en toda la temporada. Una hora de batalla con la nieve hasta la cintura nos pone de frente a la ruta. No me voy a alargar describiendo todos los movimientos y pasos, ya habrá tiempo de escribirle su propia reseña. Pero lo que caracterizó a esta ruta fue la incertidumbre, la emoción y una adrenalina prolongada provocada por los “exploding holds”, rocas que de nada más tocarlas se desprendían poniendo en riesgo tanto al escalador como a los dos que lo aseguraban desde abajo. Hubo caídas, golpes de piedras, nieve muy profunda, pero hubo también una férrea voluntad por terminar la ruta, que en ningún momento dejo de divertirnos ni permitió que llegáramos a nuestra “Zona de Confort”. Ha sido sin duda una de las escaladas más emocionantes y entretenidas que he hecho. Llegamos de vuelta a la camioneta cuando ya la luna se reflejaba en la blancura del paisaje, para mi esta última caminata representó la despedida de este impresionante lugar. Por lo menos por esta temporada.

Santiago en el 4to largo de Attractive Hazzard

Al día siguiente empacamos el equipo, hicimos mochilas y emprendimos el camino de vuelta armados de unos sándwiches de atún y otros de Peanut Butter con mermelada (base de nuestra alimentación en los días de escalada).Esto reforzado con un kilo de garbanzos y medio de frijoles fue para nosotros el único alimento necesario para sobrevivir las 36 horas de viaje para llegar a Guadalajara.

Listos para partir..

Ahora nos espera un semestre intenso, hay que entrenar, conseguir patrocinios, estudiar, trabajar, ser amigo, hijo y alpinista. Sin embargo cada una de estas experiencias nos va haciendo más fuertes. Algún día escribí que mientras hubiera una expedición como objetivo, lo que hiciera no podía estar mal, hoy lo sostengo, el pensar en las montañas me ha mantenido seguro en mis pasos. Es la manera que elijo para disfrutar la vida.



Por: Santiago Jaime Barragán

Agradecemos a nuestro patrocinador VertiMania por el apoyo para la realización de este proyecto, facilitándonos equipo de la mejor calidad para llevar a cabo las escaladas realizadas y así seguir pudiendo perseguir nuestro sueño. Gracias VertiMania!

También queremos agradecer el apoyo de nuestras familias que aunque se queden muy preocupadas a nuestra partida confían en nosotros y nos apoyan incondicionalmente.


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